Qué mejor para
expresar lo que fue Carlos Orta que sus propias palabras… Por ello queremos
usar sus expresiones, sus ideas, sus pensamientos hechos líneas, para entender
quién fue este personaje venezolano nacido en el barrio San Agustín de Caracas,
y fallecido en New York en el año 2004.
Carlos
vivió en Caracas, París, New York y varias ciudades de Alemania. Su espíritu no
correspondía con un ser sedentario. “Me
considero un viajero, por no decir gitano: yo he estado aquí, allá y más allá
de mi tierra, pero cada vez conectado con mi origen, con mi esencia, con mi
herencia indo americana (que incluye la influencia del indio Caribe, Maya,
Azteca, Inca, por otra parte lo español, lo árabe, lo africano, todo eso
mezclado), con una experiencia con la tradición de la danza alemana, con el
trabajo de José Limón, con una cultura urbana, que podemos encontrar en
cualquier ciudad del mundo.”
“Representar
mi latinidad en el marco de la cultura europea y norteamericana es una de mis
metas desde que salí de este rincón del mundo: Caracas, ciudad que amo como
aman los grandes amantes. Este atardecer que en estos momentos tengo la dicha
de disfrutar es como un milagro en medio de todos los grandes y pequeños
problemas que atraviesa mi ciudad. Nadie más puede sustituir su magia y su
cerro El Ávila, mi gran y pequeño
amuleto…”
Cada
experiencia que vivió se fue enlazando para estar en el lugar y en el momento preciso.
Estando en Caracas, Noris Ugueto, (investigadora, caraqueña, maestra de la vida
y de la danza), aborda a Carlos Orta y lo invita a crear y formar parte de un
proyecto, que luego llamarían Coreoarte. “En 1983 nació lo que hoy con orgullo
llevo como un fuerte estandarte, Coreoarte, Escuela Integral de Danza, con
patrones construidos en el proceso se le fue dando forma a un sueño, este dio
como resultado una camada de jóvenes preparados técnicamente y filosóficamente
para vivir, expresar sus experiencias y tener capacidad de enseñarlas con la
misma magia y dignidad con que la fueron aprendiendo.”
Años
más tarde este proyecto fue cobrando cada vez más sentido y fue logrando un
lenguaje propio con contenidos muy claros, “Coreoarte rinde tributo al hombre
urbano, proyectando a través de sus creaciones todas las vivencias cotidianas
que el ser humano atraviesa en la metrópoli, partiendo de los pasos más
sencillos hasta llegar a lo más complejo de la composición coreográfica.”
Para el
maestro Orta, la coreografía formaba parte de su vida. Llegó a realizar más de
40 piezas que hoy forman parte del legado que Coreoarte transmite a las nuevas
generaciones “La inspiración llegó a mi en el momento que descubrí el
movimiento y a través de éste, la vida. Lo que representa el bailar encierra lo
más sublime en cuanto a expresión, no estoy lejos de mi realidad humana, cuando
me atrevo a decir que el pretexto para vivir es la danza, la filosofía que me
he empeñado en desarrollar no solamente como alumno, si no como intérprete y
maestro, me lleva a recorrer caminos de aprendizaje exigentes, a momentos de
lucidez absoluto y a momentos de suspensión, entregándome a las únicas
herramientas que conozco, el cuerpo y la mente como elementos fundamentales de
comunicación.”
Cada
una de sus coreografías era resultado de procesos de investigación. En ellas se
reflejaba quién era este gran artista y a la vez quiénes somos como venezolanos
y latinos: “yo creo que nosotros los latinoamericanos somos barrocos, que somos
muchas cosas al mismo tiempo… extremos, opuestos… nosotros somos eso. Yo puedo
ver esas influencias en mis coreografías
como: Retablos, Vía crucis, Soy el animal
que creo, por nombrar algunas. En el movimiento mismo, pero también en las
imágenes, los colores, los ciclos de cada obra que comienza con el romance,
pasión, respeto, amor que he sentido por
los creadores que me han motivado con sus obras. Todo canalizado-metamorfoseado
para volverse vida y hablar a otros a través de mi medio: la danza.”
Siendo consecuente
con todo lo que el bailarín, coreógrafo y maestro aprendió a lo largo de su carrera,
a parte de la creatividad que lo caracterizaba, Carlos Orta sentía que debía compartir
y difundir todo lo que llevaba por dentro. Una de sus pasiones fue enseñar, tal
como puede dar testimonio quienes lo conocieron, lo vieron o recibieron clases con
él. De sus palabras y movimientos emanaban de manera fluida grandes mensajes para
la vida. “Hoy me encuentro en otro principio de camino, en otro reto que la
vida me da como maestro, que no es más que seguir transmitiendo vivencias,
experiencias y conocimientos para seguir construyendo caminos hermosos y
fructíferos, lo que yo busco me busca, en eso estoy, buscando para aprender
más, aprendiendo para enseñar más.”
Tuvo
una gran preocupación por la metodología, y por dejar documentado su trabajo,
tenía una idea socializadora del arte, escribía, grababa sus ideas y sus
clases. Que luego veía sólo o con sus alumnos y alumnas, para analizarlo, cambiarlo. “Quiero dejar parte de
lo que hoy investigo, herramientas teóricas que dan la oportunidad de
trabajarlas y utilizarlas en el proceso de la enseñanza, enfatizando recursos
simples sobre las creencias que el ser humano busca para optimizar su proceso,
en el caso de la danza, para fortalecer el alma y ese artista que debe como un
cristal, ser hermoso transparente, brillante.”
Tenía
una concepción educativa innovadora que sólo los grandes maestros suelen tener,
“Mi enseñanza va más allá, contiene muchos elementos. Enseño algo de la
filosofía de la vida, narro experiencias para enriquecer a los muchachos. Mis clases
son diferentes, globales. No tengo bailarines marionetas, ellos son entes
pensantes, actuantes y constantes”.
Como
artista integral no separaba la danza de la vida, de la música, de las emociones,
del ser, de la humanidad, de la política y por su puesto del bienestar y de la
salud, “Creo verdaderamente que las artes pueden sanar y llevar al hombre a
dialogar con la belleza, espiritualidad e imaginación, tocando cuestiones
esenciales humanas. Esa es la razón por la cual yo hablo de la necesidad de tener
una filosofía en la vida y artes en general, porque estos dos aspectos son una
misma cosa, para poder crear una verdadera obra artística que pueda alcanzar
una dimensión y tocar el espíritu humano.”
El tema
espiritual, fue muy importante dentro de su vida, por ello reflexionaba: “La
tragedia del hombre de finales de siglo desde mi punto de vista es el haber
perdido lo ancestral, alejarnos de la naturaleza, olvidarnos que tenemos una
intuición y que podemos desarrollarla… olvidarnos que el hombre es capaz de
escuchar como los insectos si pega la oreja de la tierra. Olvidarnos de invocar
las cosas que deseamos y de la contemplación. Si perdemos todas esas facultades
y no regresamos a ellas para continuar ensamblándolas con las maravillas de la
era moderna y del siglo que vendrá, nos vamos a acabar y esa es la gran
tragedia del hombre. Como creador y como artista, intento poner en práctica
esta filosofía.”
Todo
este compendio de conocimientos y vivencias se reúnen en la técnica Coreoarte
(dicha técnica es actualmente esencia del trabajo dancístico y filosófico de la
fundación Coreoarte), así lo explica: “Tengo casi 20 años en la escena, 10
desde que fundé Coreoarte y de ser como un puente artístico entre las técnicas
dancísticas del norte y del sur, de América y de Europa, me han llevado a poner
en práctica mi propia técnica: preparar al bailarín para la vida y regresar al
proceso del ritual artístico que convierte la obra de arte en algo siempre
cambiante, en instantes divinos y sagrados.”
Para
terminar, unas últimas palabras que sirven para reflexionar sobre la situación
en la que se encuentra la danza contemporánea de nuestro país:
“… el bailarín es el oficiante de un ritual
que hemos perdido”, “…día a día yo hago
un ritual. El ritual del animal que somos, el ritual del hombre y del ente
pensante, el de la fuerza cósmica que vive en mí, el ritual del creador. Si ese
día no obtengo frutos tangibles en mi trabajo o en mi espíritu, no importa,
algún día esos frutos aparecen y nos sorprenden. La disciplina de la danza en
el mundo de hoy ha seguido patrones: el de los Estados Unidos es llegar a ser
el mejor, el más rápido, el más concreto, hacer una danza que sea como una
píldora y que ofrezca todo en diez minutos y eso vale tantos dólares. El otro
patrón es la danza humanística, uno como coreógrafo se pregunta, ¿dónde ha
quedado el ser humano? ¿Dónde están los sentimientos? Entonces, en un cierto
momento de mi carrera y de mi vida, decidí regresar a lo ancestral, a lo
divino, a moldear cuerpos pero también que esos cuerpos hablen, se quejen,
digan lo que les molesta, que se visualicen y que sientan. Decidí regresar al
yo soy, yo siento, yo pienso, conceptos que se han alejado de la danza. Mis
clases y mi técnica, cambiantes permanentemente como la vida, es concebir al
bailarín como un dios creador de todo.”
Carlos
Orta: ciudadano del mundo con raíces venezolanas, caribeñas, latinoamericanas,
africanas, gran coreógrafo, maestro y bailarín, que logró en vida y después de
su vida lo que muchos desean lograr, coherencia entre discurso, acción y pensamiento.
Palabras de
Carlos Orta extraídas de los escritos: Ciclos
interconectados, Con el movimiento a flor de piel y una
entrevista realizada por Roberto Colmenares llamada Signado por la danza.
Orlymar
Paredes
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