jueves, 15 de mayo de 2014

A 10 años de tu partida...



 Qué mejor para expresar lo que fue Carlos Orta que sus propias palabras… Por ello queremos usar sus expresiones, sus ideas, sus pensamientos hechos líneas, para entender quién fue este personaje venezolano nacido en el barrio San Agustín de Caracas, y fallecido en New York en el año 2004.
  Carlos vivió en Caracas, París, New York y varias ciudades de Alemania. Su espíritu no correspondía con un ser sedentario.  “Me considero un viajero, por no decir gitano: yo he estado aquí, allá y más allá de mi tierra, pero cada vez conectado con mi origen, con mi esencia, con mi herencia indo americana (que incluye la influencia del indio Caribe, Maya, Azteca, Inca, por otra parte lo español, lo árabe, lo africano, todo eso mezclado), con una experiencia con la tradición de la danza alemana, con el trabajo de José Limón, con una cultura urbana, que podemos encontrar en cualquier ciudad del mundo.”
  “Representar mi latinidad en el marco de la cultura europea y norteamericana es una de mis metas desde que salí de este rincón del mundo: Caracas, ciudad que amo como aman los grandes amantes. Este atardecer que en estos momentos tengo la dicha de disfrutar es como un milagro en medio de todos los grandes y pequeños problemas que atraviesa mi ciudad. Nadie más puede sustituir su magia y su cerro El Ávila, mi gran y pequeño amuleto…”
  Cada experiencia que vivió se fue enlazando para estar en el lugar y en el momento preciso. Estando en Caracas, Noris Ugueto, (investigadora, caraqueña, maestra de la vida y de la danza), aborda a Carlos Orta y lo invita a crear y formar parte de un proyecto, que luego llamarían Coreoarte. “En 1983 nació lo que hoy con orgullo llevo como un fuerte estandarte, Coreoarte, Escuela Integral de Danza, con patrones construidos en el proceso se le fue dando forma a un sueño, este dio como resultado una camada de jóvenes preparados técnicamente y filosóficamente para vivir, expresar sus experiencias y tener capacidad de enseñarlas con la misma magia y dignidad con que la fueron aprendiendo.”
  Años más tarde este proyecto fue cobrando cada vez más sentido y fue logrando un lenguaje propio con contenidos muy claros, “Coreoarte rinde tributo al hombre urbano, proyectando a través de sus creaciones todas las vivencias cotidianas que el ser humano atraviesa en la metrópoli, partiendo de los pasos más sencillos hasta llegar a lo más complejo de la composición coreográfica.”
  Para el maestro Orta, la coreografía formaba parte de su vida. Llegó a realizar más de 40 piezas que hoy forman parte del legado que Coreoarte transmite a las nuevas generaciones “La inspiración llegó a mi en el momento que descubrí el movimiento y a través de éste, la vida. Lo que representa el bailar encierra lo más sublime en cuanto a expresión, no estoy lejos de mi realidad humana, cuando me atrevo a decir que el pretexto para vivir es la danza, la filosofía que me he empeñado en desarrollar no solamente como alumno, si no como intérprete y maestro, me lleva a recorrer caminos de aprendizaje exigentes, a momentos de lucidez absoluto y a momentos de suspensión, entregándome a las únicas herramientas que conozco, el cuerpo y la mente como elementos fundamentales de comunicación.”
  Cada una de sus coreografías era resultado de procesos de investigación. En ellas se reflejaba quién era este gran artista y a la vez quiénes somos como venezolanos y latinos: “yo creo que nosotros los latinoamericanos somos barrocos, que somos muchas cosas al mismo tiempo… extremos, opuestos… nosotros somos eso. Yo puedo ver esas influencias en mis  coreografías como: Retablos, Vía crucis, Soy el animal que creo, por nombrar algunas. En el movimiento mismo, pero también en las imágenes, los colores, los ciclos de cada obra que comienza con el romance, pasión, respeto, amor que he sentido  por los creadores que me han motivado con sus obras. Todo canalizado-metamorfoseado para volverse vida y hablar a otros a través de mi medio: la danza.”
  Siendo consecuente con todo lo que el bailarín, coreógrafo y maestro aprendió a lo largo de su carrera, a parte de la creatividad que lo caracterizaba, Carlos Orta sentía que debía compartir y difundir todo lo que llevaba por dentro. Una de sus pasiones fue enseñar, tal como puede dar testimonio quienes lo conocieron, lo vieron o recibieron clases con él. De sus palabras y movimientos emanaban de manera fluida grandes mensajes para la vida. “Hoy me encuentro en otro principio de camino, en otro reto que la vida me da como maestro, que no es más que seguir transmitiendo vivencias, experiencias y conocimientos para seguir construyendo caminos hermosos y fructíferos, lo que yo busco me busca, en eso estoy, buscando para aprender más, aprendiendo para enseñar más.”
  Tuvo una gran preocupación por la metodología, y por dejar documentado su trabajo, tenía una idea socializadora del arte, escribía, grababa sus ideas y sus clases. Que luego veía sólo o con sus alumnos y alumnas, para  analizarlo, cambiarlo. “Quiero dejar parte de lo que hoy investigo, herramientas teóricas que dan la oportunidad de trabajarlas y utilizarlas en el proceso de la enseñanza, enfatizando recursos simples sobre las creencias que el ser humano busca para optimizar su proceso, en el caso de la danza, para fortalecer el alma y ese artista que debe como un cristal, ser hermoso transparente, brillante.”
  Tenía una concepción educativa innovadora que sólo los grandes maestros suelen tener, “Mi enseñanza va más allá, contiene muchos elementos. Enseño algo de la filosofía de la vida, narro experiencias para enriquecer a los muchachos. Mis clases son diferentes, globales. No tengo bailarines marionetas, ellos son entes pensantes, actuantes y constantes”.
  Como artista integral no separaba la danza de la vida, de la música, de las emociones, del ser, de la humanidad, de la política y por su puesto del bienestar y de la salud, “Creo verdaderamente que las artes pueden sanar y llevar al hombre a dialogar con la belleza, espiritualidad e imaginación, tocando cuestiones esenciales humanas. Esa es la razón por la cual yo hablo de la necesidad de tener una filosofía en la vida y artes en general, porque estos dos aspectos son una misma cosa, para poder crear una verdadera obra artística que pueda alcanzar una dimensión y tocar el espíritu humano.”
  El tema espiritual, fue muy importante dentro de su vida, por ello reflexionaba: “La tragedia del hombre de finales de siglo desde mi punto de vista es el haber perdido lo ancestral, alejarnos de la naturaleza, olvidarnos que tenemos una intuición y que podemos desarrollarla… olvidarnos que el hombre es capaz de escuchar como los insectos si pega la oreja de la tierra. Olvidarnos de invocar las cosas que deseamos y de la contemplación. Si perdemos todas esas facultades y no regresamos a ellas para continuar ensamblándolas con las maravillas de la era moderna y del siglo que vendrá, nos vamos a acabar y esa es la gran tragedia del hombre. Como creador y como artista, intento poner en práctica esta filosofía.”
  Todo este compendio de conocimientos y vivencias se reúnen en la técnica Coreoarte (dicha técnica es actualmente esencia del trabajo dancístico y filosófico de la fundación Coreoarte), así lo explica: “Tengo casi 20 años en la escena, 10 desde que fundé Coreoarte y de ser como un puente artístico entre las técnicas dancísticas del norte y del sur, de América y de Europa, me han llevado a poner en práctica mi propia técnica: preparar al bailarín para la vida y regresar al proceso del ritual artístico que convierte la obra de arte en algo siempre cambiante, en instantes divinos y sagrados.”
  Para terminar, unas últimas palabras que sirven para reflexionar sobre la situación en la que se encuentra la danza contemporánea de nuestro país:
  “… el bailarín es el oficiante de un ritual que hemos perdido”,  “…día a día yo hago un ritual. El ritual del animal que somos, el ritual del hombre y del ente pensante, el de la fuerza cósmica que vive en mí, el ritual del creador. Si ese día no obtengo frutos tangibles en mi trabajo o en mi espíritu, no importa, algún día esos frutos aparecen y nos sorprenden. La disciplina de la danza en el mundo de hoy ha seguido patrones: el de los Estados Unidos es llegar a ser el mejor, el más rápido, el más concreto, hacer una danza que sea como una píldora y que ofrezca todo en diez minutos y eso vale tantos dólares. El otro patrón es la danza humanística, uno como coreógrafo se pregunta, ¿dónde ha quedado el ser humano? ¿Dónde están los sentimientos? Entonces, en un cierto momento de mi carrera y de mi vida, decidí regresar a lo ancestral, a lo divino, a moldear cuerpos pero también que esos cuerpos hablen, se quejen, digan lo que les molesta, que se visualicen y que sientan. Decidí regresar al yo soy, yo siento, yo pienso, conceptos que se han alejado de la danza. Mis clases y mi técnica, cambiantes permanentemente como la vida, es concebir al bailarín como un dios creador de todo.”
  Carlos Orta: ciudadano del mundo con raíces venezolanas, caribeñas, latinoamericanas, africanas, gran coreógrafo, maestro y bailarín, que logró en vida y después de su vida lo que muchos desean lograr, coherencia entre discurso, acción y pensamiento.

Palabras de Carlos Orta extraídas de los escritos: Ciclos interconectados,  Con el movimiento a flor de piel y una entrevista realizada por Roberto Colmenares llamada Signado por la danza.
Orlymar Paredes

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